En el fragmento seleccionado del “Manifiesto Comunista”
(Marx y Engels, 2001: 58-62) se ponen en cuestión diferentes ideas. En primer
lugar, se identifica a los comunistas como el colectivo garante de los
intereses reales de los proletarios, más allá de las luchas internas
partidistas. Son la vanguardia que comprende las necesidades de la masa
proletario. Los comunistas persiguen un programa similar al resto de partidos
proletarios, y su defensa y lucha por el proletariado se sustentan en las
condiciones reales de la propiedad de los medios (sujeta al cambio histórico),
cuya abolición se circunscribe a aquella propiedad de carácter burgués. La
moderna propiedad a la que se refiere es ésta y no otras adquiridas con el
fruto del trabajo del pequeño campesino, impotente ante la abolición de su
propiedad por parte del capitalista. El poder social del mismo se justifica por
el hecho de que éste precisa de la actividad coordinada de un buen número de
proletarios, unos proletarios que reciben ahora un salario que apenas si sirve
para poder subsistir y continuar esta nueva forma de trabajo: esta miserable
condición, destinada a vivir para crear capital y no lo que el obrero recibe
por su fuerza de trabajo es lo que hay que abolir. Y la sustitución del mero
mecanismo de multiplicación del capital, que es un medio, por la realización
personal a través del trabajo (en el que el hombre sea un fin en sí mismo, dueño de su destino), es
por lo que aboga la sociedad comunista.
La burguesía aduce que todo esto suprime la personalidad y
libertad de la que gozan y la caracterizan: una libertad, en su concepción, de
las relaciones de producción y el comercio (la compraventa). Pero las tretas en
sus negocios, concluyen los autores, no son más que una trampa que mantiene
sujeto al actual proletario a una situación esclava de la que se liberaría en
la sociedad comunista.
(Fuente: MARX, K. y ENGELS, F. (2001), “Proletarios y
comunistas” en «Manifiesto Comunista», Madrid : Alianza Editorial)
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